La razón de estar contigo: Una novela para humanos (Spanish Edition) by W. Bruce Cameron
autor:W. Bruce Cameron [Cameron, W. Bruce]
La lengua: cat
Format: epub
Tags: amo, fidelidad, amor, perro, W. Bruce Cameron, A dog’s purpose, vida
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00
17
L os coches corren mucho.
Yo no lo sabÃa. En casa, antes de que Marshmallow se fuera, ella acostumbraba a correr arriba y abajo de la calle ladrando a los coches que, a menudo, se paraban o, por lo menos, aminoraban la velocidad para que ella pudiera alcanzarlos, a pesar de que lo único que hacÃa, en ese momento, era alejarse y fingir que no habÃa tenido ninguna intención de atacarlos.
Corrà tras el automóvil del chico. TenÃa la sensación de que cada vez se alejaba más y más de mÃ. El olor de polvo y del tubo de escape se hizo más tenue, pero conseguà percibir que habÃan girado hacia la derecha en el punto en que el camino llegaba al pavimento de la carretera. Pero después de eso, ya no estaba seguro de si continuaba sintiendo su olor. A pesar de ello, no podÃa abandonar, asà que olvidé todo pánico y continué mi persecución.
Oà el profundo rugido de un tren que pasaba, traqueteando, delante de mÃ. Al llegar al final de una subida, por fin me llegó el débil olor del chico. Su coche estaba detenido, con las ventanillas bajadas, ante el cruce de la vÃa del tren.
Estaba agotado. Nunca en la vida habÃa corrido tanto, pero todavÃa corrà más deprisa al ver que se abrÃa una puerta del coche y el chico salÃa.
âOh, Bailey âdijo.
Aunque me invadÃa el deseo de tirarme encima de él y de recibir sus caricias, no iba a perder esa oportunidad: en el último instante, me desvié y salté al interior del coche.
â¡Bailey! ârio Mamá.
Los lamà a ambos y los perdoné por haberse olvidado de mÃ. Cuando el tren hubo pasado, Mamá puso el coche en marcha y dio la vuelta; luego se detuvo porque Abuelo apareció con el camión. ¡Quizá él también iba a venir con nosotros esta vez!
âComo un cohete âdijo Abueloâ. Cuesta creer que haya llegado tan lejos.
â¿Cómo hubieras llegado, eh, Bailey? Perro bobo âme dijo Ethan, con afecto.
Subà al camión de Abuelo con gran desconfianza. Y ese sentimiento encontró su justificación porque, mientras Ethan y Mamá continuaban hacia delante, Abuelo dio media vuelta y me llevó de regreso a la granja.
En general, Abuelo me gustaba. De vez en cuando, se iba a hacer «faena». Entonces marchábamos al granero nuevo, hacia la parte trasera de la casa. AllÃ, en una gran montaña de heno amontonado, echábamos una siesta. En los dÃas frÃos, Abuelo se llevaba un par de pesadas mantas y nos tapábamos con ellas. Pero durante los dÃas siguientes a la partida del chico, me mostré hosco con él. QuerÃa castigarlo por haberme llevado de regreso a la granja. Al ver que eso no funcionaba, lo único que se me ocurrió fue mordisquear un par de zapatos de Abuela, pero tampoco conseguà que el chico regresara.
No podÃa superar aquella traición. SabÃa que lejos, en alguna parte, probablemente en casa, el chico me necesitaba. Lo más probable es que no supiera dónde estaba.
Todos se mostraban irritantemente tranquilos, al parecer indiferentes al catastrófico cambio que habÃa sacudido ese hogar. Yo acabé sintiéndome tan frenético que rebusqué en el armario del chico y saqué el flip, empecé a correr con él y se lo dejé a Abuela en el regazo.
â¿Qué diantre es esto? âexclamó.
âEs el invento de Ethan âdijo Abuelo.
Yo ladré. ¡SÃ! ¡Ethan!
â¿Quieres salir fuera a jugar, Bailey? âme preguntó Abuelaâ. ¿Por qué no te lo llevas a dar un paseo?
¿Paseo? ¿Un paseo para ir a ver al chico?
âPensaba quedarme un rato a ver el partido aquà ârespondió Abuelo.
âPor Dios âdijo Abuela.
Se fue a la puerta y lanzó el flip al patio, que no llegó más allá de cuatro metros. Yo salÃ, lo cogà y me quedé totalmente desconcertado al ver que ella cerraba la puerta y me dejaba fuera.
Vale, de acuerdo, pues. Solté el flip y pasé por delante de Flare en dirección al camino. Fui a la casa de la chica, cosa que ya habÃa hecho varias veces desde que Ethan se habÃa ido. Notaba su olor por todas partes, pero el olor del chico ya estaba desapareciendo. Entonces un coche se detuvo en el camino y Hannah bajó de él.
â¡Adiós! âdijo. Se dio la vuelta y me miróâ: ¡Vaya, hola, Bailey!
CorrÃa hacia ella meneando la cola. Noté el olor de varias personas en su ropa, pero ni rastro del de Ethan. Hannah dio un paseo conmigo hasta casa; cuando llamó a la puerta, Abuela la dejó entrar y le dio un poco de tarta, pero a mà no me dio nada.
Yo soñaba a menudo con el chico. Soñaba que él saltaba al lago y que yo me sumergÃa cada vez más hondo para ir a jugar al rescate. Soñaba que él corrÃa con el kart y que se sentÃa muy feliz. Y a veces soñaba que él saltaba por la ventana y que emitÃa un agudo grito de dolor al caer sobre los matorrales en llamas. Detestaba esos sueños.
Una noche en que me acababa de despertar de uno de ellos, vi al chico de pie delante de mÃ.
â¡Hola, Bailey! âsusurró, exudando su olor. ¡HabÃa regresado a la granja! Yo me puse en pie de un salto y apoyé las patas sobre su pecho para lamerle la caraâ. Chis âme hizoâ. Es tarde. Acabo de llegar. Todo el mundo duerme.
Fue un Acción de Gracias muy alegre, donde la vida volvió a la normalidad. Mamá estaba ahÃ, pero Papá no. Hannah venÃa cada dÃa.
El chico parecÃa feliz, pero yo también me daba cuenta de que estaba distraÃdo. Se pasaba mucho rato mirando papeles en lugar de jugar conmigo, aunque yo le llevara ese estúpido flip para intentar sacarlo de allÃ.
No me sorprendió que se fuera otra vez. Me di cuenta de que esa era mi nueva vida. Ahora vivÃa en la granja con Abuelo y Abuela; Ethan solo venÃa de visita. Eso no era lo que yo querÃa, pero siempre y cuando el chico regresara, ya me costaba menos verlo partir.
Durante una de esas visitas, cuando el aire ya era cálido y las hojas acababan de salir, Ethan y yo fuimos a ver a Hannah correr por un enorme campo. Su olor llegaba hasta mÃ, asà como el de otros chicos y chicas, pues el viento venÃa desde el campo y ellos sudaban al correr. ParecÃa divertido, pero me quedé al lado de Ethan porque me pareció que, desde que estábamos allÃ, el dolor de su pierna se habÃa hecho más agudo y le irradiaba por todo el cuerpo. Unas emociones extrañas y oscuras inundaban su cuerpo mientras la miraba a ella y a los demás correr.
â¡Eh! âHannah vino hasta donde estábamos nosotros. Le lamà la pierna, que tenÃa el sabor salado del sudorâ. Qué agradable sorpresa. ¡Hola, Bailey! âdijo.
âHola.
âMi tiempo disminuye mucho en los cuatrocientos âdijo la chica.
â¿Quién es ese chico? âpreguntó Ethan.
âOh⦠¿Quién? ¿A quién te refieres?
âAl chico con el que hablabas y con quien te abrazabas. Parecéis muy amigos âdijo Ethan.
Su voz era tensa. Miré a mi alrededor, pero no detecté ningún peligro.
âEs solo un amigo, Ethan âdijo la chica en tono seco.
Por la manera en que habÃa pronunciado su nombre, parecÃa que habÃa sido malo.
â¿Se trata de ese chicoâ¦, cómo se llamaba, Brett? La verdad es que es muy rápido.
Ethan dio un golpe en el suelo con el bastón; me llegó el olor de la tierra que habÃa levantado con el golpe.
âBueno, ¿y qué se supone que significa eso? âpreguntó Hannah poniéndose las manos en la cintura.
âRegresa. Tu entrenador está mirando hacia aquà âdijo Ethan.
Hannah miró por encima de su hombro y luego volvió a mirar a Ethan.
âDeboâ¦, debo regresar⦠âdijo en tono inseguro.
âVale ârespondió Ethan.
Y se dio la vuelta y se alejó cojeando.
â¡Ethan! âlo llamó Hannah.
Yo la miré, pero el chico continuó caminando. Esa oscura y confusa mezcla de tristeza y de rabia continuaba allÃ. ParecÃa que habÃa algo en ese lugar que hacÃa sentir mal a Ethan, pues nunca más regresamos.
Con el verano llegaron nuevos cambios. Mamá vino a la granja. Esta vez la seguÃa un camión por el camino: unos hombres descargaron unas cajas y las llevaron hasta su dormitorio. Abuela y Mamá pasaban mucho tiempo hablando en voz baja. A veces, Mamá lloraba, cosa que hacÃa sentir incómodo a Abuelo, que preferÃa irse a hacer faena.
Ethan debÃa irse siempre a «trabajar». En cierto modo, era como la escuela, pues yo no podÃa acompañarlo. Pero cuando regresaba a casa traÃa con él un delicioso olor a carne y a grasa. Me recordaba esa vez, después que Flare nos abandonara en el bosque, en que Abuelo me dio de comer de una bolsa en el asiento delantero de su camión.
Pero el mayor cambio en nuestras vidas fue que la chica ya no venÃa a vernos. A veces el chico me llevaba de paseo en coche; cuando pasábamos por delante de su casa, notaba el olor de Hannah y sabÃa que ella estaba allÃ. Pero el chico nunca se detenÃa ni entraba por el camino de su casa. Me di cuenta de que la echaba de menos: ella me querÃa y tenÃa un olor maravilloso.
El chico también la añoraba. Cada vez que pasaba con el coche por delante de la casa de Hannah, siempre miraba hacia la ventana, siempre reducÃa la velocidad un poco, y yo percibÃa su anhelo. No comprendÃa por qué no podÃa tomar el camino de su casa y ver si tenÃa algunas galletas, pero él no lo hacÃa nunca.
Ese verano, Mamá bajó al estanque y se sentó en el embarcadero, muy triste. Intenté hacer que se sintiera mejor ladrándoles a los patos, pero no hubo forma de animarla. Finalmente, se quitó una cosa del dedo: algo que no era comida, estaba hecha de metal, una cosa redonda y pequeña, y la tiró al agua, donde se sumergió con un leve plof.
Pensé que quizás ella querrÃa que yo fuera a por él; la miré, dispuesto a intentarlo, a pesar de saber que era inútil. Pero ella me dijo que viniera y regresamos a casa.
Después de aquel verano, la vida retomó un ritmo cómodo. Mamá empezó a trabajar también. Siempre llegaba a casa con un olor a aceites fragantes y dulces. A veces iba con ella hasta más allá de la granja de cabras y cruzábamos por encima del traqueteante puente; pasábamos el dÃa en una gran habitación llena de ropas, de unas velas de cera y de unos aburridos objetos metálicos que la gente venÃa a ver. En ciertas ocasiones, las metÃa en bolsas junto con otras cosas. El chico vino por Acción de Gracias y por Navidad, asà como por las vacaciones de primavera y de verano.
Yo ya habÃa casi superado mi resentimiento con Flare, que no hacÃa nada más que estar de pie y mirar el viento todo el dÃa. Pero entonces Abuelo apareció con un animal que se movÃa como un bebé de caballo y que olÃa de una manera desconocida para mÃ. Se llamaba Jasper, el burro. A Abuelo le gustaba reÃrse mientras lo veÃa resbalar por el patio.
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